Les gusta cuando callan: reseña de El Nombre, comedia de Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière, dirigida por Emineh de Lourdes
Les gusta cuando callan: reseña de El Nombre, comedia de Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière, dirigida por Emineh de Lourdes
Por: Mickey Negrón
Fotos por: Javier del Valle
19 de mayo de 2025
El domingo 18 de mayo de 2025, vi después de mucho tiempo una obra de teatro realista. El Nombre, escrita por los dramaturgos franceses Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière, quienes en el 2010 estrenaron en París esta pieza que resultó ser un éxito taquillero con cientos de presentaciones, llega a Puerto Rico bajo la producción de Producciones Girasol y dirigida por la imparable directora Emineh de Lourdes. El encuentro se dio en la Sala de Drama René Marqués del Centro de Bellas Artes de Santurce, un lugar al que pocas veces acudo a ver teatro. Llegué solapando el prejuicio de experiencias nefastas, y qué bueno que lo hice… Esta obra estuvo exquisita.
El teatro realista busca representar la realidad, lo cotidiano. En eso de lo real, comparte formato con la performance. Con la diferencia que otorga la no representación, que es casi requisito en la perfo. Así que el realismo no existe del todo, como no existe del todo la performance si nos fuéramos a dejar llevar por los supuestos cánones. Bueno, dije que llegué soltando prejuicios al teatro y me propongo soltarlos en este escrito… en la medida que le sea posible a este corazoncito tirano.
El formato de la obra es eso: realista, cotidiano, verosímil. El público no se incluye por los actores, aunque en esta puesta por momentitos sí. Yo tenía la sensación de estar fisgoneando por una ventana, la casa de unos vecines muy normales. Sentía que por fin veía la entraña de lo extraño de esos ciudadanos. Eso generó cierto morbo. Ahí entendí el éxito de este estilo teatral.
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”
Escribió el machote poeta Neruda, que está presente en esta trama y que las prefería calladitas, al igual que los hombres de esta ficción realista francesa adaptada a Puerto Rico.
Saltos de sucesos que quedaron por aquí (señalo mi cocote)
Escuchamos la voz de Vicente (Carlos Vega), que se comunica con la audiencia cual narrador y va describiendo en tono altanero los dos personajes que vemos moverse por un apartamento decorado con buen gusto, lleno de libros y dos lámparas colgantes Tiffany.
Vemos a la inquieta Isabel (Alfonsina Molinari), maestra de escuela superior, madre, ama de casa, y a Pedro (Jorge Castro), su esposo, catedrático de la Universidad de Puerto Rico, con una especialización en la obra del machote poeta que las prefiere calladas, Neruda. Un hombre demasiado inteligente, obstinado y bastante acomplejado. Busca unas llaves extraviadas. Esperan la visita de los comensales que degustarán la exquisita cena árabe que Isabel ha preparado. Esta mujer no se está quieta; pareciera que en ese loco afán de agradar sublima asuntos propios y se posterga por ser parte de un deber impuesto.
“Como los hombres quisieron que yo fuese”, Julia atinó.
El primer invitado en llegar es Carlos (Ernesto Concepción), un refinado músico, muy conectado con sus aguas femeninas, por no decir que se parte con facilidad. Cual hermana, lo primero que nota es el nuevo corte de cabello de la anfitriona. Debajo del traje de gala, revela tirantes anaranjado neón y unas medias de coloridos diseños. Él anuncia una oferta de trabajo que lo obligará a mudarse de San Juan. Isabel pone el grito en el cielo. No quiere estar lejos de su amigui, el que, a diferencia de su esposo, la nota.
Vicente, a quien hasta ahora solo habíamos escuchado, entra con una costosa botella de vino en mano y preocupado por el lugar donde estacionó su Tesla. Desde ese momento quedó clara la versión de éxito que ostenta. Es un gamberro capitalista y declarado. Se burla del barrio donde sus amigos de izquierda compraron la propiedad y lanza la primera broma pesada de la velada. Cuando Isabel pregunta por el sonograma, les dice que la criatura que espera junto a su esposa será niño, pero que está muerto.
Vicente es de estos panas que se quieren mucho, pero de lejitos.
No le bastó esa para luego jugar con la mente de todes, al invitarles a adivinar el nombre de la futura criatura. Cabe destacar que decidió que no era importante esperar a que Ana, su esposa, llegara. Comienza la jugarreta con una pista: el nombre comienza con A. Nadie atinaba. Alucinante la retahíla de nombres dichos. Isabel pide una pausa en la dinámica para traer los aperitivos. Cabe destacar que los hombres decidieron continuar, porque no era tan importante respetar la petición de la que les estaba sirviendo. Sin Ana en la escena nos enteramos que la criatura se llamará Adolf. Un nombre de origen alemán cuya popularidad ha disminuido desde la Segunda Guerra Mundial debido a su conexión con Hitler.
Ante la noticia, arranca una de las discusiones más entretenidas que he presenciado en el teatro, principalmente entre Vicente y Pedro. Carlos aportó cierto arbitraje y lanzó guiños de contenido político que agradecí por contextualizar sin recato la disputa. Dijo que era como ponerle Ricardo a tu hijo y que fuera siempre comparado con el gobernador que fue despedido por el pueblo de Puerto Rico en el verano del 2019. Fue importante este detalle de la adaptación, porque el asunto del Holocausto no es tan asiduo al trauma puertorriqueño. Isabel trata de poner la paz, pero no lo logra nunca. Su esposo Pedro minimiza sus aportes, ella indignada se retira, el la sigue a disculparse. Es ahí cuando gracias a Carlos, nos enteramos que era mentira el controversial nombre. Que se llamaría Enrique, como el abuelo de la familia. Pero Vicente lo convence de extender la gresca. Se estaba divirtiendo.
Llega una hora tarde, Ana (Mariana Quiles), a quien tampoco esperaron para comer, a petición de su esposo. Embarazada y fiera. Mujer de negocios. Que no se deja… que no entiende por qué la acusan de imbécil por el nombre escogido. Ella suelta verdades dolorosas. Para ella los nombres de les hijes de la pareja anfitriona son ridículos. El asunto se sale de control.
Vicente anuncia tarde la broma. La mujer embarazada encabroná prende un cigarrillo. Estamos en medio de la guerra. Redirigir los misiles es urgente.
Toca el turno de Carlos, que, debido a su pluma y la ausencia de novias, era llamado por Vicente “MISS PIÑA COLADA”. Los hombresitos cuestionan su sexualidad. Resulta que mucha mano doblada, mucha inflexión en la voz, mucho mujereo, pero nada de mariconería. El amigo de la infancia confiesa ser amado y amante de Rosa, la madre de Isabel y del provocador Vicente que inició el julepe, que a estas alturas no le parecía tan gracioso.
Ernesto Concepción interpretó este personaje con mucha sensibilidad. ¿Era necesario que por momentos
viéramos el estereotipo afeminado con el que muchos actores heterosexuales han banalizado las presencias cuirs? Quizá para este público sí. La sala, bastante llena, incluía una mayoría de espectadores boomers. Que cuando el personaje de Vicente se burlaba imitando los gestos afeminados de Carlos, se rajaban de la risa. Yo también, porque Vega estaba sabrosita en su torcida. Pero algo agridulce me llevo de este momento. Deben ser las “cicatrices de risas en la espalda” que Lemebel menciona en su poema y yo cargo para siempre. Me parece que toca soportar, porque no se puede pretender un panfleto políticamente correcto en cada obra. Porque la producción y la dirección no promovieron esto. Porque lamentablemente fue la audiencia la que no logró ver el interior del hombre afeminado y sensible que confesaba amar y desear a la madre de sus mejores amigos. Seguiremos, pues, las personas feminizadas, en esta batalla de ser profundas, correctas o incorrectas, con brazos de “mariposa serpiente”.
Por suerte son las mujeres quienes triunfan. O quienes logran poner en su sitio a estos hombres frágiles que no serían nada sin ellas.
Ana aborrece el comportamiento agresivo de su esposo, que le rompe la nariz a la loquita heterosexual, y le obliga a disculparse. Es ahí, cuando la ganadora de esta disputa llama. Rosa, la madre y amante de un hombre 24 años menor que ella. Recibe un detallado resumen de la velada en la voz de Isabel, que no tuvo decoro en explayar las verdades expuestas en la cena.
Pedro, asombrado por el arrojo de su esposa, exige que Isabel llame a su madre y se disculpe, pero no…
Esa noche, cual Lisístrata, hay huelga de mujer. Ella no se disculpará. No piensa limpiar el desastre y estoy seguro de que de su maíz ni un grano.
—¿Y a mí quién me va a pedir disculpas? —pregunta la ahora desatada esposa.
Ese “a mí” incluye a tantas todopoderosas que son columnas, muros de contención, y que, aún con la fatiga estructural de la casa que cargan, siguen cuidando cada esquina de los interiores. Esas que, muchas veces mal folladas, insisten en el orden y embellecen las fachadas.
Pienso en la historia escrita por hombres, que ha silenciado las aportaciones femeninas a la humanidad. Y como Isabel era maestra, pienso en Celestina Cordero, la esposa de Rafael Cordero, que no fue pintada y fue poco exaltada. Les invito, queridos lectores, a buscar la historia de la primera maestra puertorriqueña.
Destaco la impecable traducción y adaptación de Alfonsina Molinari. La sensata dirección de Emineh de Lourdes, a quien he conocido en cofradía y festejo, y al fin vivo una puesta bajo su batuta. Una directora está a cargo del todo y las decisiones rítmicas, el cuidado balance actoral y las intenciones que deben prevalecer y sostenerse durante las horas que dure la ficción realista. No serían precisas sin esa mirada que comanda al elenco. Lo fueron. No me aburrí nunca.
Respecto a las actuaciones, todas fueron excelentes. Esto fue un monte. Dream Team.
Carlos Vega estaba en su puesto. Evidencia su técnica, cosa que puede rayar en lo inverosímil, pero Vega conoce muy bien esa masculinidad requerida. Siento que esos supuestos privilegios que tienen los hombres son también presiones. Terminar identificado con un canalla como Vicente revela el trabajo de introspección del actor.
Jorge Castro en el papel de Pedro fue desesperante. Porque todes conocemos a un tipo así de inseguro que necesita destilar su conocimiento para minimizar a quien posea las destrezas que no se adquieren en los libros. La actuación de Castro logró mi empatía. Confieso que, quizá por masoquista, me gustó mucho la actuación de Jorge. Tenaz.
Alfonsina Molinari con Isabel dio cátedra de ser una con la acción. Se palpa una forma de actuar muy técnica. Una dicción perfecta. Destila lo cultivada que está su formación. Por un momento pensé que me iba a faltar fiereza o garra. Pero su elegancia y contención fueron la estrategia. Cuando tuvo que despotricar, lo hizo. Se llevó la ovación del público y mi total admiración.
Ernesto Concepción es uno de mis actores fetiches. En este trabajo tuve problemas con su rol, pero la dignidad y el juicio con el que atacó son encomiables.
Mariana Quiles con Ana era la otra cara de la moneda de Isabel. Esta prende de medio maniguetazo. Exacta en sus intervenciones. A Ana le sale con gracia eso de no dejarse joder, algo me dice que a Quiles tampoco.
Siento que la publicidad con la que promocionaron esta obra no le hace justicia. Cuando encontré el póster, tuve mucho miedo. Por suerte, esta obra me sorprendió. Me explico…
Cuando voy al Centro de Bellas Artes a ver una obra de teatro, llego llena de prejuicios. En mis años de formación consumía todo lo que podía pagar con mi descuento de estudiante. Por lo general, las obras a las que asistí partían de textos a los que, por marketing, le cambiaban el título a uno vulgar y atrapa necios. Situaban la trama en un Puerto Rico de amores en la hamaca. En esas obras sentía que perdía el tiempo. Que mi espíritu salía herido.
Este montaje me hace recuperar esperanzas. Invito a la producción a repensar el diseño gráfico del cartel y el programa de manos. Sí, de manos, es una tradición que se ha ido perdiendo por causas económicas o pereza. Esta obra contiene muchos temas cruciales con la excusa de celebrar el cercano nacimiento. Un buen artista gráfico o de la plástica podría generar una imagen acorde con valores estéticos y aspectos que atraigan a la audiencia. Incluso a otras audiencias, de otras generaciones, que se merecen presenciar la calidad y el profesionalismo de este montaje. Es un buen punto de partida para cultivar el público.
¿De qué sirven artistas cultos sin un público cómplice en el encuentro?
Esta obra no sólo es fruto de quienes ya he mencionado. Extiendo mi agradecimiento y felicitación a Cristina Robles, en la regiduría. En el diseño de iluminación y escenografía, Miguel Rosa, con la asistencia de Isabella Rebollo, logran, con mucha belleza, situarnos en el apartamento de Pedro, sí, el de él, que con afán Isabel decoró y administró. Al resto del equipo: Juan Carlos Rivera, Henry Ballester, Flor Marina García, Wanda San Miguel, Wilda Santamaría, Sylvia Batista y Maira García. Y los técnicos, que son siempre el corazón de estas ocurrencias.
Juguemos a no quedarnos calladas. No se van a disculpar. ¡Que soporten!
Gracias por la reseña y sugerencias. Cuando vi que las ventas no fueron las esperadas, me pregunté si a lo mejor hubiese sido necesario cambiar el nombre a “El nombre que se jodió” o “el Jodío Nombre” o similares, pero sostengo nuestra decisión como productoras de hacer una propuesta coherente con la seriedad con la que armamos el proyecto. Así quedó “El Nombre”.
ResponderEliminarDisfrutamos mucho el proceso de ensayos y del junte. Gracias por apoyarnos.
Muchas Felicidades, ojalá puedan volverla a presentar.
Eliminar¡Me la perdí! Llegué solapando el prejuicio de experiencias nefastas con otras reseñas, y qué bueno que lo hice…
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